El primer año que llegamos, Liberty School se ubicaba en una iglesia a medio construir donde sólo había una estructura de bloques de hormigón bajo un techo cubierto provisionalmente con unas placas de uralita. Cada día los niños montaban y desmontaban sus aulas improvisadas. Para los más pequeños una alfombra en el suelo donde se mezclaban cabecitas y piernas, granos de arroz, risas y llantos. Para los más mayores unos pupitres desgastados, cajones vacíos de material, pizarras donde un trocito de tiza era un gran tesoro, pero caras sonrientes, niñxs ansiosos por aprender.
Grandes ventanales, ausencia de cristales, corrientes de aire, un cubo de agua con tres vasos dentro con los que los niñxs bebían y lo volvían a dejar. El agua cuesta llevarla hasta la escuela, cada gota es muy valiosa. Ningún color en las paredes, ningún tipo de material didáctico, nada para manipular, ni música para escuchar, ni juguetes para poder soñar y crear, nada por sentir, nada por vibrar. Ausencia de calidez, los más pequeñxs están quietxs, apáticos…. ¿será por miedo o por falta de estimulación? Lo que vimos fueron unos niñxs sentados solo recitando unas frases monótonas que la maestra iba dictando a golpe de vara.
Aun así, nunca habíamos sentido tanto amor y tanta gratitud, tanta sencillez, tanta ingenuidad y madurez a la vez. Cada mañana y cada tarde al entrar y salir del colegio, pequeñxs y mayores se unen en una plegaria intensa que pone la carne de gallina. Al mediodía, un plato de arroz esperado con anhelo que mummy prepara con todo su amor y cariño. Un rezo para agradecer esta sencilla comida los une y les da fuerza. Después, toca lavar los platos que se han reutilizado dos o tres veces para ahorrar agua y trabajo, mientras, los más pequeñxs duermen la siesta en el suelo o en las mismas mesas.
Gracias a Maggy, Joas y Lucia, tres voluntarixs alemanes que estuvieron viviendo con la familia durante un año, se consiguió el dinero para comenzar con la construcción de un nuevo colegio en un terreno que una voluntaria holandesa había comprado. Como veis, es toda una cadena en el que cada uno vamos aportando un poquito para, al final, conseguir algo grande.
El nuevo colegio se ubica en el poblado anexo, Achinakrom. Este tiene los primeros pilares construidos, los niños y niñas ya se han trasladado a este a recibir sus clases pero aún queda mucho trabajo por hacer.
Actualmente, gracias al Proyecto de Construcción del colegio que se está llevando a cabo, se continua tratando de conseguir lo más parecido a un colegio donde los niñxs aprendan y, sobre todo, se diviertan. Lo último que la asociación ha financiado es el suelo del colegio, pero está previsto continuar con las paredes, ventanas, puertas, etc.